Voy a empezar a buscar en los armarios de ropa vieja de mi
madre. Seguro que encuentro un bañador guateado, de pantalón bajo, cazuelas y decente
escote. En uno o dos veranos será el momento de volverlo a lucir en nuestras
playas para distinguirnos como autóctonas entre las suecas, alemanas, inglesas
y europeas en general que volverán a nuestro país buscando las prometidas
delicias del “Spain is diferent”.
A eso vamos. No nos engañemos. Porque llegados a este punto
de primas con riesgo y bolsas que caen en picado después de la explosión de la
burbuja, ¿qué nos queda? Pues tal vez volver a la España del desarrollismo.
¿Triste? Tal vez solo realista.
Después de años escapando del cliché del país de pandereta
en el que solo podíamos ofertar sol y playa ahora puede que la única
escapatoria sea volver a convertirnos en un país de vacaciones para los que no necesitan
ser rescatados.
Porque los españolitos de a pie no entendemos muy bien en
qué consiste lo del rescate, pero no podemos dejar de ver señales alarmantes en
las de diario. ¿Qué pensaron al ver que una empresa alemana buscaba a 400
ingenieros españoles? Como si ser español fuera una especialidad… De acuerdo,
tenemos miles de profesionales con excelente cualificación en situación más que
precaria por culpa de la maldita crisis, pero ¿no mosquea que en vez de buscar
ingenieros industriales o electrónicos o de caminos busquen “españoles”?
Con respecto a los 60 hemos mejorado. Entonces exportábamos
mano de obra de poca cualificación. Ahora estamos más preparados, quizás
incluso más desesperados. Resurge el “Vente a Alemania, Pepe” como eslogan
promovido por los rescatadores. Quién sabe si detrás no hay una nueva forma de
imperialismo.
Y para los que el alemán nos viene grande nos queda el
¿consuelo? de poner el toque de color ibérico en nuestras playas y montañas.
Busquen el bañador guateado y, si hace falta, la boina, que de esta salimos,
aunque sea disfrazados de nuestros abuelos.
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