No, no sé si va a haber una nueva edición de “Princesas de
barrio”. Tampoco tengo constancia de que Belén Esteban sea la nueva imagen de
la firma Bosco. Y desconozco si la Pantoja va a donar sus tacones para el
equipo olímpico español. Porque este chándal es de tacones.
¡Y mira que me da rabia no tener esos datos! Porque,
señores, la ocasión merece todo lujo de detalles.
Si hace unas semanas vimos escandalizados los prototipos de
uniforme para nuestros olímpicos, esta semana hemos visto cómo la realidad
siempre supera a las previsiones más pesimistas (que se lo digan a Rajoy…).
Ni en los sueños más kischt del Almodóvar auténtico se podía
imaginar una vestimenta pseudodeportiva más ¿hortera?, ¿folclórica?, ¿tribal?,
¿poligonera?, ¿friki?, ¿fea? De todo he leído y a todos los adjetivos me
suscribo.
Desde que Ángel David Rodríguez (una alegría: al menos los
españoles ya conocen a su mejor velocista) desatara sin intención la polémica
en las redes sociales, no hay otro comentario jocoso en nuestras normalmente
quejumbrosas tertulias de café.
Porque, de verdad, nos ha podido salir muy barato el equipaje,
pero, ya lo decía la abuelita Juana, “lo barato sale caro, hijo”. ¡Cuánta razón!
Si de algo se habla bien, aún, de España es del deporte
(franceses envidiosos y dopajes a un lado), ¿por qué les damos más argumentos
para que nos machaquen? ¿O es una estrategia para darles pena a los países más
poderosos?
Si es esto último, olé. Porque penica vamos a dar, señores. Vale
que nuestros colores son difíciles de amoldar a un diseño vanguardista. Pero
siempre hay diseñadores que han conseguido cortes elegantes a base de buen
oficio y orgullo patrio. Estos no lo han conseguido.
Han tirado por la calle del medio o por telas en stock y se
han puesto a fabricar sin reparos la ropa que, eso sí, va a ser la sensación en
Londres 2012. Si aún no han visto los ropajes, por favor, busquen en internet y
disfruten: sin desperdicio. Antes de saltar a la pista nuestros deportistas van
a dar que hablar. Ojalá después también.