lunes, 26 de marzo de 2012

La hora robada


Lo peor es que sea una hora de primavera.  Del primer domingo de primavera. Solo por el hecho de levantarte ya cuentas con una hora menos que cualquier otro día del año. Y, sobre todo, parece que esa hora se acumula duramente en el inmediato e inevitable lunes siguiente.
Suena el despertador y vuelve a pasar como semanas atrás: sigue siendo de noche y aún hace frío. La hora robada al domingo cae con todo su peso en ese lunes fatídico que parece que se va a alargar infinitamente.
Porque justo es el día en el que te apetecería acostarte antes de soportar los deportes del informativo e incluso evitarías el trámite gastronómico de la cena. Pero, claro, ¿cómo vas a acostarte si todavía es de día?
Porque esa es la contrapartida a la hora hurtada a la primavera: la noche se aleja, el atardecer se alarga y, si no fuera porque es lunes, tal vez el día invitara a algo más que al recogimiento casero.
La semana va a pasar arrastrando los efectos de esa hora de menos en cada mañana oscura y huraña, pero retomando el humor por la tarde cuando la noche se aleja. No hace calor, pero hay algo que ya huele a verano, a despreocupación, a manga corta…
Lástima que siga volviendo el implacable octubre para abocarnos de nuevo a la noche temprana. ¿Alguna vez dejarán de robarnos esta hora de primavera para hacer más gris el otoño?

jueves, 22 de marzo de 2012

Sobradamente preparados


Asisto perpleja a una extraordinaria realidad de doble faz: la coexistencia de dos perfiles humanos sobradamente preparados con suerte y cualidades francamente dispares.
Los primeros son evidentes, reiterados, indignados y con futuro incierto: miles de jóvenes de la llamada generación perdida que han ocupado todos los años de su existencia en formarse y acumular tantos títulos como renovaciones de la tarjeta del paro les esperan.
Desesperante, injusto, recolectores de la siembra de unos padres que no supieron planificar las cosechas de las siguientes generaciones y se preocuparon más por vivir el momento que por pensar en mañana.
Ese carpe diem hipotecó a esta generación que hoy lucha con conocimientos y rabia para encontrar su lugar en el mundo y crear su propia historia. Desde luego, ni todos los jóvenes de hoy tienen este perfil ni todos los adultos de ayer vivieron cuales cigarras, pero sí hay algo de verdad en esta triste parodia de juventud.
Al otro lado de los jóvenes sobradamente preparados encontramos a otros personajes. Lo normal es que dispongan de una situación consolidada de adultos y una autoestima tan elevada que les haga considerarse como sobradamente preparados sin necesidad de buscar siquiera términos de comparación.
No sea que aparezca alguien que les moje la oreja.
Normalmente son personajes públicos o de posición relevante en el ámbito privado. Héroes por accidente a los que una cadena de casualidades colocó en posiciones de poder. Algunos no hubieran pasado de aprendices con la suma de sus cualidades personales y profesionales. Sin embargo, estuvieron en el lugar adecuado en el momento adecuado (y con los padrinos adecuados).
Y así creyeron que eran alguien. Seres superiores que creyeron estar sobradamente preparados solo porque la vida les ha dado la opción de mirar a los demás por encima del hombro. Y la han aprovechado.
No se pierdan el reportaje de cierto político en una revista femenina. Sin duda, sabrán de qué les hablo.

martes, 20 de marzo de 2012

Al pie del cañón


Los griegos tienen tendencia histórica y no han dejado de recurrir al suicidio como salida última, definitiva y sin retorno a las situaciones que les rebasan. Aún con un pasado intenso en este tipo de soluciones, hasta hace poco eran un feliz reino, perdón, república del sur que andaba a la cola de las estadísticas de suicidio.
Hasta que llegó la crisis y la tendencia devino en desastre: la muerte autoinducida aumentó un 40% en el país heleno. Según comenta un viejo amigo, lo que ocurre en Grecia es un espejo de nuestro futuro con apenas unos años de adelanto. Pero puede que en esto se equivoque (espero que también en el resto, pero me parece que no caerá esa breva).
¿Por qué? Pues porque en España somos más chulos que un ocho y nos venimos arriba con las dificultades. Llega la crisis y nosotros nos ponemos a apechugar con toda dignidad. Dejamos los gestos de romanticismo extremo para otros momentos más íntimos y nos centramos en superar la situación… justo cuando más motivos habría para dejarse llevar por la corriente negativa.
Porque sí nos hemos dejado llevar por el pesimismo, el malrollismo y el mal ambiente hasta caer en las estadísticas de países felices, pero sacamos pecho, agarramos el toro por los cuernos y no nos dejamos llevar hasta el punto de tomar decisiones sin retorno: los españoles se suicidan menos que antes, aunque sigue siendo la primera causa de muerte externa en nuestro país, por delante de los accidentes de tráfico.
Los españoles hemos optado por permanecer al pie del cañón frente a la adversidad, pero, aún así, es duro saber que casi diez personas nos abandonan voluntariamente cada día. Incapaces de salir adelante y enfrentarse a su realidad. ¿En qué les estamos fallando?

lunes, 5 de marzo de 2012

Sin bajar a la arena


Finalmente nos van a privar del momento más sangriento del circo más exitoso de esta temporada. El príncipe desvaído no va a saltar a la arena con el taimado tahúr que, según su amarga versión de perdedor, se ha aprovechado de él y de su buen nombre para hacer negocios tan rentables como ilegales (¿o son solo inmorales por no estar juzgados?).
Lo peor de este caso es que, pase lo que pase y haya ocurrido lo que haya ocurrido, el demacrado duque ya ha sido elegido culpable por el pueblo. Un blanco demasiado fácil: alto, guapo, rico, buen matrimonio, buenos contactos y grandes dosis de ambición.
A poco que haya algo fuera de lugar será lapidado públicamente. En sentido figurado, sí, pero nunca volverá a ser el mismo y eso lo sabemos todos, empezando por él. Del sueño a la pesadilla pasando por los años de cuento de hadas mediático.
Ahora lo que vive es un horror mediático que el juez instructor no ha querido avivar evitando el careo entre socios. No podrá decirle a la cara a su exsocio aquello de “Me engañaste, me mentiste…” y la mayoría seguirá pensando que no hubo traición del amigo oportunista sino ansia desmedida de medrar por parte del noble advenedizo.
No va a haber más circo. Y tampoco la princesa va a acercarse al coliseo para hablar en favor de su errado amado. Nos van a privar de varias escenas del culpable oficial del momento vilipendiado por un pueblo hambriento, ávido por ponerle cara a los responsables de sus males.
Quizás sea mejor. Quizás deberíamos preocuparnos menos de acusar a presuntos delincuentes concretos y más de mirar hacia delante y ver cómo encontramos el camino para salir de esta. Que los jueces hagan su trabajo. Y nosotros el nuestro.