martes, 21 de febrero de 2012

Razones para el optimismo


Realidades como la llegada temprana de la primavera a Valencia no constituyen, en principio, motivo de alegría. Pero hasta en situaciones como esta podemos encontrar una razón para el optimismo.
Los estudiantes, acusados durante los últimos lustros de inmovilistas, hedonistas y vagos retoman el papel reivindicativo y luchador que ha de caracterizar a la juventud para continuar evolucionando en lugar de vegetar. Aunque todo empiece por unas mantas contra el frío que producen los recortes y continúe con desafortunadas (¡qué comedido adjetivo!) cargas policiales, es de esperar que finalice con un revivir de la generación dormida que vaya más allá de los primeros y auténticos acontecimientos del 15-M.
Y no solo hay que retomar el optimismo en el plano de lo social. Podemos encontrar razones para retomar la senda optimista en el gesto del amigo que lo deja todo en un segundo para echarte una mano cuando ve que lo necesitas o del que se preocupa sinceramente por ti cuando descubre tres gestos tristes en un solo día.
Afortunadamente, ser capaces de seguir preocupándonos por los demás o de salir a la calle para reivindicar un futuro digno para nuestra sociedad nos hace ser mejores y nos permite superar moralmente la cómoda opulencia en la que la autocomplacencia y el “ande yo caliente” han sido las consignas. Consignas de una sociedad claramente egoísta que tomaba rumbo directo a esta deconstrucción del sistema.
La reacción, social e individual, que podemos ir descubriendo cada día es un motivo para sentirnos satisfechos y subir nuestra autoestima, individual y colectiva. ¿O es que acaso el hecho de ser capaces de mirar más allá de nuestro ombligo y nuestro bolsillo y preocuparnos por el bienestar del otro y por el futuro de todos no constituye una razón para el optimismo?

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