sábado, 4 de febrero de 2012

¿De qué nos quejamos?

Visto lo visto en los últimos días, nos quejamos por nada en comparación con lo que están pasando otros.
A ver, supongamos que usted es un funcionario raso, de los que ganan menos de veinte mil euros al año. ¿Le han bajado el sueldo? ¿Quizás un 5%? ¿Ha dejado de percibir cincuenta euros al mes?
Pues no se queje, hombre. ¿Qué son cincuenta euros? ¿Tal vez la academia de inglés de su hija? ¿La cuota de su gimnasio? ¿El aperitivo de los domingos? Va, todo prescindible y superfluo.
Póngase en el lugar de los demás y verá lo que es sufrir. Piense, por ejemplo, en Rodrigo Rato. Hasta el año pasado cobraba prácticamente doscientos mil euros (al mes) y ahora va a pasar a cobrar ¿solo? seiscientos mil euros (al año).
¿Puede imaginarse cómo se va a organizar ahora cobrando prácticamente ¿solo? la cuarta parte de lo que cobraba antes? Y él solo es uno de esas decenas de banqueros a los que hemos mantenido con nuestros ahorros y que ahora van a tener que sobrevivir con semejante rebaja.
Medidas como esta solo dejan al descubierto realidades tan injustas y crueles que nos reafirman en que el modelo que habíamos construido en la época del pelotazo era digno de extinguirse.
Lo malo es que para usted el inglés, su gimnasio o el aperitivo no son prescindibles ni banales. Son esas pequeñas cosas por las que piensa que merece la pena madrugar cada día, esa pequeña recompensa que le hace sentirse bien y le permite pensar que algo hemos evolucionado desde la Revolución Industrial.
Así que sí, esos cincuenta euros (y los que vendrán) son para usted más importantes que los ciento cincuenta mil para los banqueros degradados. Y sí, podemos quejarnos, aunque a todos nos toque apechugar.


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