lunes, 14 de mayo de 2012

Cabreados y desesperados


Parece mentira, pero ya ha pasado un año. Ha cambiado todo tanto y tan poco a la vez que cuesta concluir si el tiempo ha pasado volando o si se ha desgranado con penosa lentitud. Definitivamente, se ha perdido la noción de tiempo.
En ese tiempo perdido se inició lo que se conoció como un alzamiento pacífico popular de protesta en contra de casi todo. El ente denominado sociedad estaba indignado porque no compartía las decisiones ni los proyectos de gobernantes y aspirantes.
Algo que pareció surgir de la nada (lo siento, soy un poco desconfiada a la hora de pensar en la espontaneidad de las masas) puso en jaque a un país y despertó muchas más simpatías de lo que podría haberse previsto.
¿Por qué parece que no ha pasado el tiempo? Porque la indignación no ha desaparecido. ¿Por qué parece que han pasado siglos? Porque en el camino todo ha cambiado. Han cambiado gobiernos de todos los colores y, aunque parezca mentira, por unas cosas y por otras, todo ha empeorado.
La indignación ha evolucionado hacia dos estadios: indignados cabreados e indignados desesperados. Y en alguno de los dos grupos cabemos casi todos, simultánea o alternativamente.
Porque la desesperación lleva al cabreo (antes del extremo de dejarse morir por la ausencia de ilusión) y el cabreo a la desesperación (pasando a veces por situaciones violentas claramente evitables). Y en medio de las protestas de todos los colores que hemos vivido en este año (que habremos de concluir que sí ha pasado con sus doce meses y un día) quedan los vestigios de un espíritu rebelde que la historia nos ha enseñado que es difícil de controlar cuando es la masa informe la que se mueve bajo su influjo.
Las revoluciones cambiaron el mundo cuando la democracia no era más que entelequia. Ahora, cuando en teoría nuestros estados son formalmente democráticos no queda más que acatar y así las protestas se convierten en algo tristemente anecdótico, en el mejor de los casos, o en barricadas sin destino, cuando la cosa se pone mal. Depende de si las encabezan los desesperados o los cabreados. Al menos, estamos vivos. Y se nota.

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