Joven tumbada en la playa aprovechando los primeros calores:
“Hace un tiempo que en vez de mayo parece casi junio”. Pues vaya perogrullada,
¿no? ¿Acaso hay algo más próximo a junio que mayo?
Pero casi es mejor quedarse en estas frivolidades que no
llevan a ninguna parte que empezar a pensar en la nacionalización de Bankia,
dónde están Ruth y José o qué implicaciones va a tener en la política europea
el cambio de rumbo francés.
Cuando el entorno se vuelve tan hostil, ¿acaso no vale la
pena debatir sobre las exigencias de la ninfómana de Munich con sus víctimas o
sobre quién debe sustituir a Puyol de cara a la Eurocopa? Por no olvidar
aspectos tan cruciales como el color de la tierra del Open de Madrid o el nuevo
espacio televisivo exclusivo para Belén Esteban.
Pero algo sigue flotando. Esto sí es una amenaza fantasma.
¿Intervendrán alguna comunidad autónoma? ¿Cambiarán los criterios de asignación
de las ayudas agrarias? ¿Qué pasará con el modelo sanitario español? Demasiadas
preocupaciones.
Más cuando seguimos sin resolver la lista de los veintidós
seleccionados de Del Bosque, cómo acabará sus asuntos con la justicia la
Pantoja o cómo se desenvolverá este año Íñigo con Eurovisión.
Porque, al final, parece que son estas banalidades las que
nos permiten pasar los días, buscar conversaciones alternativas a los cinco
millones largos de parados y a la negritud que se avecina.
Tanta trascendencia requiere de válvulas de escape. Si con
ello encontramos, finalmente, una utilidad social a la figura de Belén Esteban
y un porqué a otras frivolidades, bienvenida sea la banalidad. Aunque sea para poder
seguir respirando.
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