Estas dos últimas semanas la casualidad, si es que existe,
ha querido que me reconciliara emocionalmente con esta profesión que, según me
recordó una compañera de colegio, elegí hace treinta años.
No corren buenos tiempos para la libertad de expresión, no
por presiones dictatoriales, pero sí porque el poderoso caballero don Dinero es
quien guía nuestros destinos, también en el mundo de la comunicación.
Sin embargo, tres grandes profesionales y la casualidad,
como decía, me han hecho recordar por qué algunos locos idealistas elegimos
esta profesión y no otra.
Una tarde cualquiera de abril me encontré en un auditorio
escuchando a Rosa María Calaf. Su imagen inconfundible y su voz siguen tan
intactas como su pasión por una profesión “de compromiso” porque periodistas
como ella aún piensan que “una sociedad no informada es una sociedad
vulnerable” y nos recuerda que “no dejar saber ha sido históricamente una forma
de dominar”.
Imposible no recordarla en sus crónicas desde Nueva York o
desde los más de cien países en los que ha estado al pie de la noticia. Pero,
siempre con la realidad por delante, no duda en abrirnos los ojos y decirnos
que “la globalización ha abolido las distancias, pero no las diferencias”.
Así sí. Es por esas creencias, por esa perspectiva, por lo
que esta profesión merece la pena a pesar de todo. Pero me quedan aún dos grandes
profesionales: uno que se ha ido y uno al que muchos habrán conocido en estos
días.
Nadie de mi generación y las anteriores olvidará esa forma de
arrastrar las palabras, esos gestos tan personales y esa forma de contar
historias. Con Jesús Hermida se ha ido un maestro, un referente, un innovador y
un modelo. Recordarlo en su adiós ha sido volver al origen de esta vocación.
Y, para terminar, el más querido. El que siempre estaba ahí
cuando dábamos nuestros primeros pasos como becarios en la redacción del periódico y que contaba
historias maravillosas, incluso de hechos para otros insignificantes. Javier Millán, periodista y compañero que ha visto recompensado
su trabajo y buen hacer con un prestigioso premio periodístico.
Y son estas tres personas, estas tres circunstancias, las
que me han hecho recordar la importancia de este trabajo y recuperar el entusiasmo por esta
profesión. Quizá la mejor de todas.
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