miércoles, 22 de abril de 2015

Imputar al jefe

Imagínese por un momento que aquel jefe que le hizo la vida imposible justo cuando usted empezaba a trabajar, a lo mejor hace ya veinte años, se le pone a tiro y se encuentra con el encargo de supervisar sus cuentas, sus movimientos de capitales y los rendimientos de sus empresas.

Pues eso es lo que ha debido sentir alguno de los funcionarios de la Agencia Tributaria que han tenido que examinar los vaivenes financieros e impositivos del que en su día fue el jefe máximo de tan reputada institución.

Ole y ole.

Se cuestiona muchas veces la independencia de algunos organismos que han de impartir ese bien tan necesario como es la justicia. Pero en un momento como este todo el caso Rato me hace recuperar la fe en el sistema.

Si el Partido Popular hubiera podido elegir un momento crítico en el que todos sus representantes deberían parecer niños de comunión para evitar la debacle, ese momento hubiese sido el previo a las elecciones de mayo.

Después del vapuleo andaluz, difícil parece poder levantar la cabeza con mínima dignidad para el partido hasta ahora mayoritario. Si los escándalos de corrupción han salpicado con fuerza a los grandes partidos del bipartidismo español, este último acto, introducido por el caso Bankia, todo hay que decirlo, supone el remate final. Sin compasión por el calendario.

Si Podemos hará caja electoral de los eres y otros descontentos, Ciudadanos rentabilizará lo que se presenta como ambición desmedida del ciudadano Rato. Y, llegados a este punto del juego electoral, se lo merecen.

Se lo merecen los que han perdido crédito, porque se han ganado la desconfianza a fuerza de aprovecharse de su situación de poder para conseguir lucro personal. ¿Hay algún engaño democrático más sangrante? ¿Te doy la confianza de mi voto y me devuelves crisis, mala gestión y tu enriquecimiento personal? ¿Hemos puesto a la zorra a cuidar de las gallinas?


Sí, algún funcionario de carrera (y gran oficio) debe estar frotándose las manos: ha conseguido demostrar que había que imputar al jefe. Ahora, que hable la justicia.

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