lunes, 16 de febrero de 2015

Hasta aquí


Un día. Y otro más. Hoy es igual de ayer. O quizás peor. Un poco más gris. Cada día más cerca de una oscuridad que adivinas infinita. Pero que ansías porque sabes que encontrarás paz. Por fin.

Sacas fuerzas de no sabes dónde y vas a la calle. Intentas mantener la conversación intrascendente que exige la visita a la panadería y al supermercado. No tienes muy claro qué hay en la nevera ni qué hace falta para la cena. Hace días que no te ocupas de eso. Ni de ellos.

Pobres. Les quieres tanto que aún te odias más por no estar realmente con ellos, por darles motivos solo para las lágrimas y nunca para la más leve sonrisa. “¿Por qué? ¿Por qué a mí?”.

Maldita oscuridad.

No te permite ver la luz ni en los días más soleados. Ni la sonrisa en la cara de tu pequeño cuando vuelve a casa y le estás esperando. Ni el amor que aún expresan los ojos de él. A pesar de todo. Sigue ahí y tú no puedes darte cuenta porque esa bruma lo invade todo. No deja espacio para que tu alma vea más allá.

Inquietud, desasosiego… Tristeza. Mucha tristeza.

Y ya no tienes control sobre nada. Tu cuerpo hace años que no te pertenece y en tu mente solo queda esa negritud. Ese no poder más.

Y llega ese día en el que sucede. “Hasta aquí”. Solo consigues parar la inquietud, el desasosiego y la tristeza cuando duermes. Y no volverás a despertar.

Te has equivocado. O tu cuerpo ha dicho basta. No lo sé. Pero, sea lo que sea, ya no te lo puedo decir. No hay nadie que te saque de ese sueño de eternidad que augurabas lejano a la tristeza, pero que aquí solo ha dejado eso: tristeza.


Te preguntarás qué le hemos dicho a él. Le hemos dicho que en el cielo hay una estrella más. Ya no tienes que tener miedo a la oscuridad: para él solo eres luz.

No hay comentarios:

Publicar un comentario