Regreso a la rutina. Sin atisbo de depresión postvacacional
(el grado de afectación del síndrome ha ido cayendo de manera directamente
proporcional a la evolución creciente de la crisis), la vuelta a la oficina
traía este año otras sorpresas desagradables que no por anunciadas dejan de ser
fastidiosas.
Sin duda, lo mejor del regreso es el reencuentro con los
colegas y la hora del almuerzo. Después de constatar que la mayor parte de los
compañeros han “desconectado en el pueblo” (lo más parecido a vacaciones con presupuesto
cero) quedaba la hora amable del café. Apenas quince minutos, pero con café y
bollo la mañana se hace más llevadera. Un cortado vivificante y algo con chocolate
estimulante. Antes de septiembre (AdS) la cuenta ascendía a 2,20 euros. Ahora,
desde septiembre (DS), la cosa se ha puesto en un ridículo, no redondeado y
excesivo 2,47.
Mira que lo han advertido diarios e informativos, todo el
mes dale que te pego, pero el golpe de esos 27 céntimos de más en el mejor momento
del día no ha pasado a un segundo plano hasta que nuestro oficinista no se ha
enfrentado a la compra de cuadernos y lápices por la tarde. ¡Otra vez el
maldito IVA aplicado DS! ¿Por qué no ha hecho esas compras AdS? ¿Por qué se ha
dejado vencer por la abulia vacacional en lugar de ser previsor?
¡Ay! Las vacaciones y la desconexión nos van a pasar factura
(hasta un 13 % de más, oiga) en esta de por sí dura cuesta de otoño.
Desde el lado del comerciante algunos han resuelto la
papeleta con un arriesgado “Aquí no subimos el IVA” que les va a suponer una
rebaja considerable en sus márgenes. Desde el lado del consumidor, ahora, DS,
solo nos queda ir buscando esos desesperados carteles de “Aquí no…” para
intentar no acabar desquiciado pensando aquello de que “Aquí no hay quien viva”.
Aquí no.
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