viernes, 1 de junio de 2012

Obsolescencia programada


La rebelión de las máquinas empieza con la lavadora. Un maldito aro se ha sumado a algunos calcetines extraviados a lo largo de los lavados y ha sido la gota que ha colmado el tambor. Ya no gira y ha encerrado en su interior a la pobre ropa blanca que no tiene la culpa de nada. ¿O no tiene que ver con el aro?
Calculo cuánto tiempo hace que se compró esta máquina infernal. Por supuesto, han pasado los dos años de garantía y el servicio técnico me comenta que venir a ver al enfermo cuesta cincuenta euros. Y después, ya veremos. Trago saliva y decido abrir un debate en el ámbito familiar antes que tomar tamaña de decisión a solas.
En medio de tanta reflexión oigo un ruido de fondo. Como un coche que quiere arrancar y no lo consigue. Pero, ¿dentro de casa? ¡Cielos, el lavavajillas!
La vajilla y la cristalería están cubiertas por una informe capa blanquecina y los cubiertos no recuperarán su brillo ni con limpiametales. Un olor a quemado se extiende por la cocina. ¿Será el lavavajillas o seré yo?
“El debate familiar va a parecerse  a un debate sobre el estado de la nación”, preveo mientras preparo un café. “Cof, cof ,cof”. También la cafetera se suma a la revolución.
No puede ser casualidad. ¿A qué se deben tantas coincidencias? Pues a que la coincidencia no existe: adiós a las neveras que duraban treinta años, a las tostadoras heredadas y a los coches eternos. Ahora las máquinas duran un par de temporadas, como un abrigo de marca low cost. Justo hasta que termina su garantía.
Y todo está programado. Cuando se crea un aparato también se programa su sentencia definitiva. Su vida tiene una duración acorde con las necesidades de los fabricantes. Y esta práctica, conocida como obsolescencia programada, es la que ha cambiado nuestras costumbres: hemos pasado de cuidar y mantener los aparatos al esquema consumista de usar y tirar.
Tal y como están las cosas habrá que replantearse el modelo. Un poquito de moral empresarial y racionalidad tampoco nos vendrá mal. Algo bueno tendrá que traer la crisis.

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