jueves, 22 de marzo de 2012

Sobradamente preparados


Asisto perpleja a una extraordinaria realidad de doble faz: la coexistencia de dos perfiles humanos sobradamente preparados con suerte y cualidades francamente dispares.
Los primeros son evidentes, reiterados, indignados y con futuro incierto: miles de jóvenes de la llamada generación perdida que han ocupado todos los años de su existencia en formarse y acumular tantos títulos como renovaciones de la tarjeta del paro les esperan.
Desesperante, injusto, recolectores de la siembra de unos padres que no supieron planificar las cosechas de las siguientes generaciones y se preocuparon más por vivir el momento que por pensar en mañana.
Ese carpe diem hipotecó a esta generación que hoy lucha con conocimientos y rabia para encontrar su lugar en el mundo y crear su propia historia. Desde luego, ni todos los jóvenes de hoy tienen este perfil ni todos los adultos de ayer vivieron cuales cigarras, pero sí hay algo de verdad en esta triste parodia de juventud.
Al otro lado de los jóvenes sobradamente preparados encontramos a otros personajes. Lo normal es que dispongan de una situación consolidada de adultos y una autoestima tan elevada que les haga considerarse como sobradamente preparados sin necesidad de buscar siquiera términos de comparación.
No sea que aparezca alguien que les moje la oreja.
Normalmente son personajes públicos o de posición relevante en el ámbito privado. Héroes por accidente a los que una cadena de casualidades colocó en posiciones de poder. Algunos no hubieran pasado de aprendices con la suma de sus cualidades personales y profesionales. Sin embargo, estuvieron en el lugar adecuado en el momento adecuado (y con los padrinos adecuados).
Y así creyeron que eran alguien. Seres superiores que creyeron estar sobradamente preparados solo porque la vida les ha dado la opción de mirar a los demás por encima del hombro. Y la han aprovechado.
No se pierdan el reportaje de cierto político en una revista femenina. Sin duda, sabrán de qué les hablo.

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