martes, 3 de diciembre de 2013

Nos pisan

Desde que por la mañana vi anunciado que se iba a publicar el informe PISA pasé el día inquieta. Pensaba que quizás se había producido el milagro. O que quizás se confirmara la tragedia. Como finalmente ha sido.

Parece que hemos mejorado un poco (más o menos, lo que viene siendo un pelín), pero estamos en la segunda parte de la tabla. Esa posición incómoda que a estas alturas de temporada futbolística no nos garantizaría la permanencia en primera. Pero, mientras que el fútbol es un divertimento y un desahogo de masas (no hay que olvidar lo necesario que es el circo, más cuando falta el pan), la educación es la base de una sociedad y aquí no nos damos por enterados.

Cada vez que cambia el color del gobierno vivimos la misma situación: los nuevos mandatarios deciden que hay que hacerse con el poder de los medios de comunicación públicos (a las pruebas de Canal 9 me remito) y, de paso, dejar perdurar su estela y su impronta en generaciones futuras gracias a un cambio en los sistemas educativos.

¿Habrase visto mayor despropósito? Tanto que nos hemos quejado de las asignaturas franquistas sobre las labores del hogar y el espíritu nacional y ahora usamos la libertad para imponer nuestras particulares ciudadanías o nuestras particulares religiones. Que tanto me da como que me da lo mismo.

Me da igual el color. Todos se plantean la educación lejos de la perspectiva pedagógica, de la eficiencia o, siendo solo pragmáticos, de la productividad futura (no tocamos utopías como el humanismo, la riqueza cultural de la sociedad o el tabú de la transmisión de valores). Y así nos va.

Se pasan legislaturas enteras creando leyes orgánicas que sacan adelante con poco tiempo para poner en marcha (la educación es un tren de largo recorrido) y con la oposición echándoles el aliento en la nuca esperando su turno para volver a cambiarlo todo.

Señores, como decían los profesores en los tiempos en que podían dar clase, los experimentos, con gaseosa. Dejemos de experimentar con generaciones que convertimos en generaciones perdidas y seamos consecuentes con lo que tenemos entre manos: el futuro de nuestra sociedad.


¿Acaso no merece la educación un pacto de Estado y dejar de lado ideologías, sectarismos y conveniencias? Sí, así nos va: nos pisan.

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