miércoles, 26 de septiembre de 2012

Fuerzas de flaqueza



Maite se levantó con el mismo ímpetu que la acompañaba en los últimos siete años. Fue entonces, poco después de nacer Lucas, cuando cambió su perspectiva de la vida. Sabía que algo pasaba hasta que al final encontró aquel bulto que antes no estaba ahí.
Pasó todas las fases de incredulidad, negación y rabia hasta llegar a aceptar que tenía una enfermedad de la que le daba miedo hasta pronunciar el nombre. Tras el diagnóstico su primera intención fue dejarse arrastrar hasta caer en lo más profundo. El ánimo para luchar lo debían tener otros porque ella, no.
Pero fueron apenas unos días de desesperación y tristeza. Miró a su alrededor y vio que Jaime estaba a su lado, que el pequeño Lucas la necesitaba y, qué diablos, que su vida merecía la pena. Fue así como Maite sacó fuerzas de flaqueza y se enfrentó a todas las fases que su tumor exigía para abandonarla. Un año intenso de lucha, con buenos y malos momentos, pero siempre con el objetivo de dejar atrás esa enfermedad y seguir adelante con esa vida puesta en valor por la mala fortuna.
Y el tumor quedó atrás, dejando que Maite se levantara cada día dando gracias por nada en particular. La vida es sujeto suficiente de gratitud cuando se le ha mirado de frente.
Hasta esa mañana en la que volvió a encontrar algo que antes no estaba. Una mañana en la que todos los fantasmas reaparecieron al tiempo que todas las lecciones de vida aprendidas se esfumaban. Incredulidad, negación y rabia pasaron esta vez raudas por su ánimo. Ya sabía a lo que se enfrentaba y que el tiempo jugaba en su contra.
Una vez más, hace frente con valentía a un proceso que ya conoce y del que puede hablar. Por supuesto, tiene sus momentos y confiesa que su humor no es el mejor y que roza la mala leche. Pero la he visto fuerte, entera, decidida y todos sabemos que saldrá de esta y que será ella quien nos enseñe a los demás lecciones de vida.

viernes, 14 de septiembre de 2012

Ausencias


Te has levantado esta mañana. Igual que ayer. Ha salido el sol justo delante de la ventana de la cocina. Como ayer. Es posible que incluso te hayas cruzado con las mismas personas que en los días precedentes, pasando por las mismas calles en días que parecen tan iguales que después son imposibles de distinguir en el recuerdo.
Sin embargo, tú no eres la misma que ayer y hoy no es un día más. En la noche se han mezclado vigilia y pesadillas y levantarte solo ha sido una liberación frente a la oscuridad. Este día para ti no tiene la misma luz, por las calles parece que no pasan las mismas personas porque tú las ves hoy aún más distantes.
¿Cómo pueden ser ajenas a tu dolor? ¿Cómo no se han dado cuenta de que ella se ha ido para siempre? ¿Cómo puede seguir girando el mundo sin notar su ausencia?
Porque esa soledad te llena tanto que no puedes evitar vaciarte con lágrimas para acabar llenándote otra vez de dolor. Si la angustia duele, duele aún más la ausencia. Ella no está y no sabes si te dio tiempo a despedirte, no recuerdas con exactitud qué pasó en vuestro último encuentro ni cuál fue la última palabra que le dijiste. ¿Le dijiste que le querías?
Probablemente, no. No sabías que era la última vez y tu adiós fue igual que el de un día cualquiera. Y ahora te pesa porque ni siquiera sabes cuál fue la última palabra que le dijiste ni la última que escuchaste de los mismos labios que te besaron de pequeña y de los cuales salieron los consejos que alternativamente escuchaste y desoíste a lo largo de tu vida.
Ella se ha ido. Pero los que se cruzan contigo y  sí saben de su ausencia saben que ella sabía que le querías y que tu última despedida ha sido suficiente para ella a la hora de emprender el viaje. Ella no está, pero sigue contigo.

domingo, 9 de septiembre de 2012

Lapidadas


En este país estamos muy acostumbrados a las lapidaciones mediáticas. Los apedreos fundamentalistas con cantos rodados han quedado relegados, afortunadamente, a lecturas religiosas y a otras culturas que todavía no han encontrado fórmulas de justicia realmente equitativas y coherentes con los derechos humanos.
Pero, aunque ya no cogemos la piedra que rueda a nuestros pies, sí ejercitamos la lapidación verbal mediante el criticoneo y la maledicencia, sin duda, los dos pilares esenciales de la unión entre individuos dispares en este nuestro país.
Porque ya lo sabemos: no hay nada que una más a dos españoles sin nada en común que encontrar a un tercero sobre quien despotricar en las horas muertas. Y si uno tiene poder mediático o arrastre en las redes sociales, ese tercero ya lo tiene claro para los restos.
En este final del verano hay dos mujeres que viven sus apedreos mediáticos con trasfondos de muy distinto cariz: la autora del primer informe del caso Bretón y la concejala de Yébenes.
La primera cometió, ciertamente, un error funesto. Un error que ha retrasado diez meses el desenlace y que ha alargado el sufrimiento de una madre que mantenía una vana esperanza. Tantos meses de incertidumbre para esto… Imagino que la forense en cuestión bastante tendrá con su conciencia y con su ¿despido? (destitución, cambio de puesto…), pero hay daños que, efectivamente, tienen que pagarse. Ya han tomado las medidas oportunas sus superiores, dejemos que sea ella la que ahora se ponga su propia penitencia. Seguro que no se queda corta.
Y luego tenemos el caso de la masturbación más vista/leída/oída en los últimos tiempos. La tal Olvido eligió mal a sus compañeros de juegos y eligió peor aún el canal por el que mandaba sus íntimas películas. Pero como el adulterio (supuesto) no es delito (volvemos a María Magdalena y las lapidaciones bíblicas), ¿a qué santo estamos dándole vueltas y vueltas al tema toda la semana? ¿Acaso la concejala no puede hacer con su cuerpo lo que le venga en gana? ¿A qué viene tanto revuelo ante algo tan ajeno y que solo acaba afectando a la intimidad de la concejala, a su marido, a sus hijos y, si acaso, a sus alumnos? ¿Por qué se ha mirado con estos reprimidos ojos? Porque somos así.

martes, 4 de septiembre de 2012

Aquí no



Regreso a la rutina. Sin atisbo de depresión postvacacional (el grado de afectación del síndrome ha ido cayendo de manera directamente proporcional a la evolución creciente de la crisis), la vuelta a la oficina traía este año otras sorpresas desagradables que no por anunciadas dejan de ser fastidiosas.

Sin duda, lo mejor del regreso es el reencuentro con los colegas y la hora del almuerzo. Después de constatar que la mayor parte de los compañeros han “desconectado en el pueblo” (lo más parecido a vacaciones con presupuesto cero) quedaba la hora amable del café. Apenas quince minutos, pero con café y bollo la mañana se hace más llevadera. Un cortado vivificante y algo con chocolate estimulante. Antes de septiembre (AdS) la cuenta ascendía a 2,20 euros. Ahora, desde septiembre (DS), la cosa se ha puesto en un ridículo, no redondeado y excesivo 2,47.

Mira que lo han advertido diarios e informativos, todo el mes dale que te pego, pero el golpe de esos 27 céntimos de más en el mejor momento del día no ha pasado a un segundo plano hasta que nuestro oficinista no se ha enfrentado a la compra de cuadernos y lápices por la tarde. ¡Otra vez el maldito IVA aplicado DS! ¿Por qué no ha hecho esas compras AdS? ¿Por qué se ha dejado vencer por la abulia vacacional en lugar de ser previsor?

¡Ay! Las vacaciones y la desconexión nos van a pasar factura (hasta un 13 % de más, oiga) en esta de por sí dura cuesta de otoño. 

Desde el lado del comerciante algunos han resuelto la papeleta con un arriesgado “Aquí no subimos el IVA” que les va a suponer una rebaja considerable en sus márgenes. Desde el lado del consumidor, ahora, DS, solo nos queda ir buscando esos  desesperados carteles de “Aquí no…” para intentar no acabar desquiciado pensando aquello de que “Aquí no hay quien viva”. Aquí no.