Cuando lean estas líneas quizás hablar de rescate
financiero ya sea cosa del pasado y a base de recalificaciones y
descalificaciones nos hayamos sumergido
como nación soberana. Es tal la velocidad de los desasosegantes acontecimientos
que por muy adicto a la información que uno sea no puede estar al tanto de la
penúltima caída, del último desatino, del descalabro quizás definitivo.
Sin embargo, entre tanta desesperación como la que cabría
esperar, el mundo aún gira y seguimos tomando café, echando unas cañas y
hablando de fútbol. A veces hasta se podría pensar que esta vorágine
incomprensible ha coincidido con la Eurocopa por algo diferente a la
casualidad.
Mientras analizamos la idoneidad de sacar a Torres o si es
mejor seguir la estrategia de jugar sin un 9, pasamos horas y días de puntillas
por este valle de despropósitos.
Y cuando el fútbol ya no da de sí para mirar a otro lado, siempre
nos queda el sexo. Cualquier diario nacional con lista de noticias más leídas
incluirá al menos una con contenido supuestamente sexual. Esto es una máxima
que pueden comprobar en cualquier momento.
Estando al borde de que nuestra deuda se convierta en bono
basura, ¿qué es lo que más nos preocupa? Saber qué ha hecho un granadino para
encarcelar su pene en un tubo de dos centímetros de diámetro y requerir de
médicos y bomberos para liberar aquello. O por qué es mejor hacerlo en casa que
en un coche. O qué hizo exactamente la funcionaria de prisiones con los
prisioneros.
Con lo que nos depara el futuro al menos siempre nos quedará
el aliciente de no ver rebajada nuestra calificación en la intimidad. Y el
fútbol.